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La fuerza del pasado

La fuerza del pasado

Todo pasado no liquidado está surgiendo en el presente. Toda herida profunda tiene su cicatriz. Las consecuencias de las acciones, pensamientos y sentimientos son inevitables. La constancia e inercia de una manera de ver la vida, crea un hábito psicológico y emocional muy fuerte. Todo lo construido tiene en sí sus singularidades pasadas, que están y son en el presente. El pasado puede ser una pesadez, un lastre, un sufrimiento difícil de liquidar y muchas veces resurge. Aunque todos estos indicativos en gran medida son ciertos, el presente tiene el potencial de la novedad, y la posibilidad de comprender, aceptar, y transformar.
 
 Cuando la fuerza del pasado es reconocible, el saberla gestionar es todo un arte en el presente. Cada pasado tiene sus singularidades, y una norma de gestión común no es eficaz. Al indicar unas bases generales, hay que tener muy en cuenta las singularidades, e infinidad de nuevas experiencias con sus posibles consecuencias en constante funcionamiento.
 
 La indicación general de la aceptación, por el reconocimiento de la falsa idea de identidad con sus idealismos consecuentes. Conociendo bien la carga de responsabilidad y culpa, en una consecuente necesidad de evasión-huida provocando ilusorias direcciones que al final chocan con su realidad original. Y el vivir el máximo posible de discernimiento y amor, podría ser la indicación general más coherente.
 
 Muchas veces en la relación con los demás o también con uno mismo, solo el hecho de estar ahí, de ser ahí simplemente, sin indicaciones ni propuestas, solo la presencia de ser y estar en la espontaneidad sencilla de estar presente es lo mejor, la aceptación y el amor esta y es entonces en una calidad extraordinaria. Entonces lo aparentemente más ordinario se convierte en extraordinario.

Que ocurra lo que tenga que ocurrir…

El querer que las cosas no sean como son, el tener que fingir la realidad que se vive por ideales, moralidades o ir de un alguien (un modo) que no corresponde con lo auténtico de lo que se siente, o se piensa. El dar por hecho que la mentira y el aparentar es la estrategia necesaria para sobrevivir en sociedad. El no permitirse ver del todo lo que se siente, lo que se desea, y todos los posibles porqués. Todo esto indica la represión y falta de veracidad, que hace acumular una enorme presión a punto de estallar. 
 
 Los posibles ideales pueden ser lícitos y “buenos” pero hacer de los ideales una máscara que enmascare la realidad que se vive, eso tiene un precio considerable en el vivir cotidiano. 
 
 El ver el hábito de querer controlar, el miedo obsesivo a que no suceda tal o cual situación, y pensar que haciendo o reprimiendo es la solución. El no dejar que ocurra lo que tenga de ocurrir “si es que tiene que ocurrir” en una preocupación preventiva obsesiva. Ver todo eso si sucede es el primer paso para poderse liberar de ello. Y empezar a comprender que no se controla casi nada, que lo que ocurre es el resultado de infinitud de factores, y hacer las cosas lo mejor posible según el discernimiento del momento, y relajarse…que va a ocurrir lo que tenga de ocurrir, que eso es vivir. 
 
 La lógica prevención que reprime por el sentido común (sentir-en-comunión) puede ser muy conveniente, pero si se es muy consciente del cómo y el porqué de la situación, esa represión deja de serlo considerablemente.
 
 El no ir de nada, o más bien reconocer que no somos nada, y nuestra base fundamental es, el estado de no sé. Eso es fundamental para esa humildad y sinceridad que puede otorgarnos el redescubrir la autenticidad, verdad y espiritualidad.
 
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